Publicada el 18 de marzo de 2011 en El Día de Cuenca y otros, supongo.
Kevin Johansen se disculpa por no haber acudido a una cita con su novia cantando aquello de «y la tierra se
abría y la gente caía. No fue mi culpa esta vez, fue la falla de San Andrés.» La falla de San Andrés está en el Pacífico, en la cara opuesta a Japón, y quienes viven sobre ella saben que
cualquier día tendrán que salir por pies. Digamos que el hecho de que un terremoto pudiese abrir como una sandía una central nuclear no es lo que se puede llamar conocimiento nuevo. Así que no
entiendo a qué la pantomima de la Merkel y todos sus epígonos de ordenar que se revise la seguridad de las centrales. ¿Que se revise contra qué? ¿Contra terremotos imposibles? ¿Contra
inundaciones bíblicas? ¿Contra el impacto de un meteorito? ¿Contra un 747 en manos de Al-Qaeda? ¿Dicen que contra incendios? ¿Es que no están construidas ya contra incendios? A veces los
gobiernos actúan como chicos cogidos en falta. «Perdone, profe, es que no me he dado cuenta pero verá como mañana yo ya...» Ignoro si necesitamos la energía nuclear o si nos podemos apañar con la
del viento, si podemos pagar a Francia dos millones al día para que nos guarde la basura radiactiva o es mejor abrir un hoyo en la recia Meseta, pero lo que no debemos tener es un gobierno que
hoy se pliega al poder financiero del lobby A y mañana al mensaje de pazyamor del colectivo B. Llevamos cuarenta años incumpliendo los objetivos de cualquier documento al que se le llama Plan
Energético Nacional y con una factura de la luz que parece un jeroglífico egipcio. Solo la entienden las eléctricas, que nos funden los plomos cada cuanto quieren con la connivencia del ministro
Sebastián.
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