Publicada el 2 de julio de 2009
en El Día de Cuenca y otros, supongo.
Pasado mañana se
cumplirán 95 años del día en que el joven serbo-bosnio Gavrilo Princip disparó contra el archiduque austricaco Francisco Fernando en Sarajevo. Como se sabe, los austriacos se tomaron muy a pecho
esta muerte. Más que la de Sissi, la emperatriz, a la que se cargó, en Suiza, un italiano, dieciséis años antes. Pero que recordemos el nombre de este estudiante es una verdadera casualidad. De
hecho, nadie recuerda a Mehmedbasic, Cubrilovic, Cabrinovic, Popovic, Ilic o Grabez, los seis compañeros de Princip que o se equivocaron de objetivo y mataron a otros o no dispararon porque
tenían un policía al lado, no llevaban armas, se pusieron nerviosos, el coche pasó de largo o no vieron el coche porque eran miopes. De hecho, Princip, que oyó la detonación que provocó
Cabrinovic, pensaba que se había quedado sin trabajo y se marchaba de allí cuando se encontró con la carroza del archiduque parada justo delante de él. ¿Qué hacía allí? La verdad es que el
conductor del coche se equivocó de camino en su huida del lugar del atentado y estaba buscando el modo de salir de allí. Pero resulta mucho más poético decir que la Historia se puso delante de
Princip y que éste cumplió con ella. Se acercó al coche y disparó una bala contra el heredero austriaco y otra contra su mujer. Pero Princip, que no tuvo tiempo ni de suicidarse y que murió de
tuberculosis en una cárcel dos años después, puso haber caído en el olvido, como el asesino de Sissi, porque la guerra que provocó su asesinato tardó dos meses en declararse, tiempo suficiente
para que no hubiese pasado nada.
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